jueves, 12 de septiembre de 2013

comentarios 8 - para editorial Celesta

Caen las lunas despedazando lienzos de vida que se renuevan con el fuego helado de la inmortal madre, asesina en serie, que golpea pero no abandona.
El olvido es la debilidad del hombre pequeño, que se conforma con el saco que nunca llena del todo.
Los vestigios sobreviven al cauce erosionante del tiempo, alimentado por la sangre azul agridulce, lecho primigenio de todas las razas.
No desesperes por lo callado, por la piedra aun por descubrir al hombre de carne vacilante.
Tras el velo que separa esto de aquello, volverás a presentarte de nuevo.
Ya fuiste trilobite y celacanto.
Lagarto y manticora.

Muere aprendiz de hombre, ya seras águila al viento.

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