miércoles, 14 de agosto de 2013

poema - ARDILLAS

Estuve empujando y sudando hasta que el mundo no necesitó energía nuclear, ni eólica, ni solar.
Taladré tu coño cantando mariposas en tu oído derecho.
Tú gemías, impotente, cada intento fallido de convertirme en un hombre, un adulto, un ser mítico capaz de poner una lavadora solo, sin indicaciones tuyas o de un manuscrito técnico.
Te follé el alma con las ardillas cazadas en el bosque y que empalé en fila india.

Después seguí bombeando.

Por la mañana bajé a por el pan en silla de ruedas. Metí la cartera en un bolsillo delantero del pantalón, al rozar los genitales sonreí de dolor. No pude pagar, una segunda rozadura, habría prendido mí ropa en un llamatazo de amor final, seguramente habría terminado saliendo de la panadería a toda velocidad, impulsando las ruedas con mis potentes brazos, los mismos con los que te levanto del suelo para penetrarte después, sin usar las manos y distrayendo mi lengua con tus pezones ofensivos.

Rodando, siempre hacía el mar para llegar justo al borde y explotar en una bola de fuego perpetuo, trocando mi cuerpo en un faro para machos sedientos de carne de hembra, ansiosos por finalizar la puesta y volver raudos al océano que los engendro con los demás trilobites.

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